El actual modelo económico en el que vivimos, se ha encargado de promover un consumo excesivo de bienes año tras año. De esta manera, los ciclos de vida de los productos se han reducido cada vez más, lo que ha generado repercusiones medioambientales como la acumulación de residuos y la titánica tarea que conlleva controlar la toxicidad de éstos, generando problemas de gestión y de salud pública.
Aunque, el plástico tiene infinidad de usos útiles lo cual ha permitido facilitar las actividades diarias de la sociedad a través de múltiples aplicaciones en la industria (médica, aeronáutica, automotriz, etc.), éste ha sido juzgado principalmente por su utilización excesiva y abusiva en aquellas aplicaciones en las que es usado una vez y descartado inmediatamente, mejor conocido como los plásticos de un solo uso.
Esto es debido a la baja degradabilidad de este material, que puede tardar cientos de años e incluso más teniendo en cuenta que una vez convertido en micro-plásticos no se sabe con certeza cuantos años más tardará en degradarse completamente. De hecho, según un artículo publicado en la revista Science, se tiene registrado que solo el 9% del residuo plástico generado ha sido reciclado y se estima que la tasa global de reciclaje alcanzaría el 44% hacía el año 2050. Esto indicaría que aún existe un largo camino por recorrer y tal vez ni siquiera con estrategias para reducir su consumo o mejorando tecnologías de reciclaje, esto sería suficiente.
En este sentido, la economía circular juega un rol para atacar este problema sin afectar el crecimiento económico y promoviendo la innovación y desarrollo. Ejemplo de esto es la compañía fabricante de juguetes Lego, la cual ha diseñado piezas bio-plásticas obtenidas con etanol obtenido de la caña de azúcar. Este material, aunque no es 100% degradable, sí garantiza su reciclaje en un sistema circular. Otro ejemplo es la compañía Coca-Cola, la cual embotella a escala global el 8% de sus bebidas con PlantBottle; la primera botella hecha exclusivamente con materiales vegetales. Esto permitirá que las botellas sean retornadas a su ciclo natural. Finalmente, queremos destacar el ejemplo de Sustana, empresa norteamericana que ha lanzado el producto Envirolife; envases para la industria alimentaria hechas con fibras de post-consumo recicladas y con la autorización de la FDA para estar en contacto directo con alimentos, lo que permitiría reciclar plásticos en elementos de mayor valor, ajustándose en el ideal de la economía circular.