Estos últimos meses nos han cambiado la vida de una manera que nunca habríamos imaginado. Un virus, el COVID-19, ha generado una crisis sin precedentes, con importantes consecuencias económicas, sociales y ambientales. A nivel económico, muchas empresas han frenado su actividad en seco, mientras otras han tenido que reinventarse o transformar sus operaciones. Socialmente, esta crisis ha puesto de manifiesto la importancia de aspectos a los que no habíamos prestado la atención necesaria: cuidados, sanidad, educación. Y esto, ¿qué tiene que ver con el medio ambiente?
Pues que el propio origen del problema está en nuestra relación con el medio ambiente. La crisis provocada por el virus ha sido consecuencia directa del uso que hacemos de la naturaleza. No es algo nuevo, situaciones similares en los que otros virus se cruzaron entre especies, alcanzando a las personas, ya ocurrieron con el SARS (2003), H1N1 (2009) y MERS (2012), aunque con un menor impacto geográfico.
Estas infecciones de origen animal aparecen cada vez con más frecuencia, fruto de la sobreexplotación de los recursos naturales y la invasión de áreas de contención natural, que normalmente delimitan las zonas entre humanos y hábitats silvestres. Al desaparecer dichas barreras, se establecen pasillos para la trasmisión de patógenos de animales a personas. Pero esto no es todo: el calentamiento global es otra de las graves consecuencias derivadas de la sobreexplotación del planeta.
De hecho, en distintos ámbitos se habían dado muestras de preocupación, desde movilizaciones ciudadanas a nivel mundial hasta los comunicados de urgencia en las sesiones sobre el Cambio Climático (COP25) en Madrid el pasado diciembre, sobre la necesidad de cambiar de rumbo y abordar las medidas necesarias para frenar el aumento de temperatura y la pérdida de biodiversidad en todo el mundo. La pandemia provocada por el COVID-19 ha dejado en suspenso todas esas buenas intenciones durante casi tres meses, pero también nos ha enseñado que nuestra especie no es menos vulnerable que las demás y que, para cuidar de nosotros mismos, debemos cuidar de la naturaleza, del medio ambiente.
El día mundial del Medio Ambiente debería ser un punto de inflexión para inspirar el cambio positivo que tantas veces se ha anunciado, firmado y pospuesto. El tema de este año es la biodiversidad: una llamada a la acción para combatir la acelerada pérdida de especies y la degradación del mundo natural. Este día es una oportunidad para que, como ciudadanía, reconsideremos la forma en la que consumimos y nos relacionamos con nuestro entorno (personas, animales y plantas) y, como empresas, abordemos modelos productivos más circulares y bajos en carbono.
Estos meses hemos sido capaces, como comunidad, de trabajar juntos para salvar vidas y reducir las consecuencias económicas de esta pandemia. Ahora es el momento de aprovechar lo que hemos aprendido para cambiar nuestra relación con la naturaleza.
Originalmente publicado en: https://www.diariodenavarra.es/noticias/opinion/2020/06/05/defensa-biodiversidad-nuestra-mejor-vacuna-692115-1064.html